Batuta y distorsión
Una selección de arreglos orquestales en el rock
Claro que lo que hace tan popular a la música… popular son sus composiciones simples a nivel estructural y armónico, así como unas temáticas próximas a lo cotidiano, capaces de hacer a quien escucha sentirse identificado con las canciones y vibrar con ellas. El rock no es una excepción, y la genialidad puede alcanzarse con un riff sencillo, estrofa-estribillo-estrofa, tónica-cuarta-dominante-tónica y algo de distorsión. (Y ¡ojo! que ni por asomo se pretende asociar aquí lo sencillo con lo fácil).
Pero hoy no toca explorar la belleza de la esencia, sino todo lo contrario. Vamos a detenernos en unos cuantos ejemplos de canciones en las que lo básico se ha sabido vestir de gala ayudándose de secciones de viento o cuerda, y acudiendo al saber hacer de grandes músicos y arreglistas. No siempre se trata, como veremos, de añadirles épica y grandeza a los temas. También hay muestras de arreglos tan sutiles que son imperceptibles pero necesarios, o de otros que imprimen carácter y acompañan al mensaje y el espíritu de las canciones de tal modo que éstas no se entenderían si esas pistas desaparecieran de la mezcla final.
La selección ha acabado reducida a una docena de canciones, por aquello de no saturar al lector. Se quedarón así fuera artistas tan orquestales como, por ejemplo, The National o Arcade Fire. De modo que no les extrañe ver publicada en el futuro una segunda parte que complete este artículo. Pero entremos en faena, pulsen play en la lista de reproducción que les hemos preparado, y veamos qué pasa cuando tu productor tiene recursos suficientes para contratar a unos cuantos músicos más.
THE BEATLES – A DAY IN THE LIFE
Dos canciones en una. Lennon vs McCartney en un solo corte. Con las maracas marcando el ritmo, Ringo puede volar libre en la primera parte, con golpes de batería que se van haciendo más complejos, casi presagiando lo orquestal que está por venir. ¿Cómo empastar cada una de las partes, pero manteniendo la sensación de unidad? George Martin dio con la genial idea de pedir que los músicos de la orquesta recorriesen toda la extensión de sus instrumentos, de grave a agudo, dejándoles improvisar en los 24 compases que duraría la subida. Ese caos explosivo resuelve finalmente en un sonido de despertador que nos devuelve a la realidad en el tramo de Paul. Más tarde la orquesta reaparece para acompañarnos de nuevo al mundo de los sueños, subiéndose sobre la voz reverberada, con notas tenidas cada vez más intensas que desembocan súbitamente en la parte final del tema. Ahí todo se convierte en una bruma de cuerdas que vuelven a recorrer sin prisa toda la extensión de sus mástiles hasta que, finalmente, suena la nota tenida de piano más famosa de la historia del rock.
THE WALKER BROTHERS – NO REGRETS
El catálogo de los Walker Brothers está plagado de orquestaciones deliciosas, pero creo que esta aproximación que hicieron al tema de Tom Rush encontramos muchos de los elementos que habían hecho de su música algo tan atractivo en el Viejo Continente a lo largo de los años ’60 (hay que recordar que se mudaron desde su California natal hasta el Reino Unido en busca de un reconocimiento que no encontraron en América).
Una sección de cuerdas de aire grandioso, que dialoga (y contrasta) con la profunda voz de Scott Walker, rellenando los espacios entre sus fraseos. Él habla de una relación que se acaba, con tono entre resignado y melancólico. Pero siempre tendré la sensación de que el protagonista parece apoyarse en esos violines para mirar hacia delante, esperando que lleguen tiempos menos sombríos, al igual que se lamenta la guitarra mientras se funde con las cuerdas al final de la canción.
SERGE GAINSBOURG – MELODY
He seleccionado Melody como muestra de todo un álbum ENORME. Fue un disco avanzado a su tiempo, en el que el genio francés nos regaló, en apenas treinta minutos de metraje (reprise de uno de los temas incluido) la que es, sin lugar a dudas, una cumbre de la música occidental.
La voz sensual de Gainsbourg va deslizándose de forma suave, mientras nos relata el accidente en el que su Rolls Royce atropella a Melody (Jane Birkin) en su bicicleta. El tema avanza perezoso y elegante, describiendo el evento de una manera tan poética que la tragedia se convierte en arte. Los caminos de Serge y su musa se cruzan violentamente, y la intensidad crece, abrazada por una sección orquestal sublime y en equilibrio con la acción y el resto de instrumentos. Resulta tan placentero cómo todo desemboca en el mítico diálogo – “Tu t’appelles comment?”. – “Melody”. – “Melody comment?”. – “Melody Nelson”. Nunca me cansaré de recomendar la escucha de este álbum, cargado de elegancia, originalidad e inteligencia. Y si la prescripción del abajo firmante no tiene suficiente empaque, baste decir que los arreglos que añadió Beck al tema Paper Tiger (Sea Change, 2002) eran una referencia nada disimulada a este disco, al igual que lo fueron los de Radiohead en The Numbers (A Moon Shaped Pool, 2016). ¿Lo veis ahora?
ISAAC HAYES – WALK ON BY
Si whosampled.com dice que este tema ha sido sampleado en 101 ocasiones, eso es indicador de que aquí hay mojo para dar y tomar. Tras una intro épica el gigante Hayes le dice a quien lo ha abandonado que siga su camino y haga como que no ve las lágrimas que caen de sus ojos. Sarcástico nos cuenta que no ha sido el humo, ni una mota de polvo caprichosa, sino el dolor por la pérdida quien ha hecho brotar esas lágrimas. La banda parece tener todo el tiempo del mundo para recrearse, y el tempo lento nos brinda grandes diálogos entre hammond, cuerdas, metales y guitarra. Todo crece sin fin, en una bruma instrumental que hipnotiza. Hasta que, de manera brusca, la batería nos sobresalta, avisando de que ya hacía doce minutos que estábamos inmersos en este lamento y, en cierto modo, lo estábamos disfrutando. Soul suave y cálido, como mantequilla derretida.
TINDERSTICKS – TINY TEARS
La elegancia que rodea a Tindersticks es tal que unos amigos siempre hacían botellón con champagne antes de ir a un concierto suyo. Y Tiny Tears es una muestra de por qué embriagarse con espumoso para preparar la escucha no es un capricho snob de unos niñatos. Es delicioso disfrutar de cómo la cálida voz de Stuart A. Staples se deja balancear acompañada de esas elegantes secciones de cuerda, escondiéndose tras ellas en el momento necesario. Al mismo tiempo, si se presta atención a lo que narra el texto, disfrutar con ello es casi un placer culpable: la belleza de la música envuelve una amarga descripción del momento en el que una relación se asoma al vacío y muchas de las cosas que parecían sólidas y perdurables han dejado de importar.
MERCURY REV – HOLES
Mercury Rev eran una banda prácticamente extinguida tras la mala acogida de su anterior álbum, en el que creían firmemente. Con la autoestima por los suelos y ninguna comunicación entre sus miembros, tuvo que ser una (inesperada) llamada de los Chemical Brothers pidiendo a Jonathan Donahue que colaborase en un tema con ellos, la que consiguió que todo se pusiera en marcha. El que alguien aun se acordase de ellos fue como ver la luz al final del túnel, y poco después comenzaron las sesiones de grabación del Deserter’s Songs (1998). Visto el resultado, cuesta creer que esta maravilla tenga su origen en un momento de honda depresión y pérdida de fe. La voz rara de Donahue encuentra en los violines, el theremín y en esa trompeta juguetona a unos compañeros ideales, dotando a la canción de una atmósfera etérea, como si estuviera perdida en el tiempo.
MORRISSEY – EVERYDAY IS LIKE SUNDAY
Un colchón de cuerdas ininterrumpido otorga un carácter distinguido y una elegante fluidez, haciendo -en contraste con los textos- que la canción avance. Morrissey evoca desganado imágenes estáticas sobre lo aburrido y monótono de un pueblo costero fuera de temporada, donde se encuentra atrapado en un domingo sin fin. Mientras Moz acaba casi por invocar un bombardeo nuclear, las cuerdas despiden al oyente, logrando transmitir esa sensación de lenta pereza que nos invade cuando nada pasa a nuestro alrededor.
THE DIVINE COMEDY – COME HOME BILLY BIRD
La distinción de un buen arreglo al servicio de la socarronería con la que Neil Hannon nos cuenta historias de gente normal. Su discografía está plagada de canciones que recurren a arreglos más o menos barrocos marca de la casa. Quizá esta no sea de las más populares, pero siempre me pareció una aventura divertida por lo intrascendente del relato. Aun así, en el universo de The Divine Comedy, hasta la odisea de un hombre de negocios arrastrando su resaca mientras intenta no perder su vuelo y así poder llegar al partido de fútbol de su hijo bien merece ser vestida con una sección de cuerdas. Y acabamos dándonos cuenta de que es la orquesta la que nos lleva al trote, y consigue transmitirnos la sensación de impaciencia por la que debe estar pasando Billy Bird, el protagonista.
COLDPLAY – VIVA LA VIDA
Perdí de vista a Coldplay tras el Rush of Blood to the Head (2002). Recuerdo la pereza que me daba escuchar cómo sus siguientes lanzamientos iban acompañados de frases del tipo “…las acciones de su compañía de discos al alza tras anunciarse la fecha de publicación de su nuevo trabajo…”. Pero hay que reconocer que en aquel 2005 tuvieron la capacidad de sorprender a propios y extraños: los U2 del siglo XXI arriesgaron y ganaron, convirtiendo en himno global un tema sin rastro de guitarras, cuyo principal cimiento musical es una sección de cuerdas, con apenas percusión salvo algún golpe de timbal, y contando la historia de la caída de un rey que dominaba el mundo con mano de hierro. Chapeau por Coldplay.
SUFJAN STEVENS – CHICAGO
Un repaso a los primeros años de juventud, en los que Sujan Stevens descubre el mundo a base de viajes a Chicago, de cometer equivocaciones y de aprender a deshacerse de ideas preconcebidas. En la primera parte son los violines los protagonistas del ritmo y la melodía de la canción, mientras la guitarra se dedica a repetir un arpegio ad-infinitum. El tema va creciendo hasta llegar a algunas pausas en las que las cuerdas nos sostienen para que, finalmente, todo explote con la exuberancia del coro y los fraseos de trompeta. Al tiempo, Stevens repite su letanía “I made a lot of mistakes”, para decirnos que esos errores también le han hecho ser quien es.
BLUR – THE UNIVERSAL
Blur en estado de gracia. El equilibrio es simplemente perfecto, con esa guitarra que marca el ritmo remolón, dejando que las cuerdas revoloteen a su alrededor. Y de ese bello envoltorio se sirve la banda para sostener una letra irónicamente pesimista, en la que nos presentan un futuro distópico de gente falsamente feliz y hasta las trancas de Universal. Una pausa tensa da paso a un final apoteósico, capaz todavía de ponerme los pelos de punta a pesar de todas las veces que lo he escuchado.
CHUCHO – EL VIENTRE DEL FIRMAMENTO
La canción que cierra este artículo fue en realidad la que le dio pie. Con la reciente reedición de su clásico single Magic (que también iba sintéticamente orquestado), volví a repasar viejos discos de Chucho, sobre todo el fantástico Los Diarios de Petróleo (2001). Entre otros grandes cortes, para mí siempre destacó esta canción. De metraje largo, y dividida en dos partes, Fernando Alfaro canta (susurrando fuerte) apoyado en una instrumentación que gana peso según avanza la letra. No tardan en aparecer -tímidas y sutiles- las cuerdas, que sirven de guía hacia la cima, mientras la canción toma cuerpo para llegar a una explosión distorsionada. Todo desemboca después en un último tramo que lleva el sello inconfundible de Chucho (la voz de Isabel León siempre presente), con imágenes demoledoramente bellas (“drogas duras como aceras”). Aquí la canción ya parece haberse expandido lo suficiente, y lo que queda después será una coda plácida y reflexiva, donde un abrazo del firmamento será la salvación de una vida gris que siempre está al acecho.