Eddie Van Halen, doce canciones para llevarse a la tumba
Hace poco hemos dicho adiós a un genio absoluto de nuestro tiempo. Un guitarrista con millones de fans pero especialmente respetado entre músicos, profesionales conscientes de que, pese a sus pocas ínfulas y su nula solemnidad, Eddie Van Halen era capaz de comérselos crudos. Siendo poco amigos de las necrológicas, vamos a celebrar una fiesta recordando un tema por cada disco de Van Halen.
1- Eruption, Van Halen (1978)
Una aparición mariana anunciando la llegada de un nuevo reino. Estos dos minutos escasos de guitarreo tuvieron un impacto semejante en la conciencia de miles de guitarristas de su tiempo. Eruption era un ejercicio de digitalización que realizaba Eddie antes de grabar y que el productor Ted Templeman convirtió en canción. Esa lluvia torrencial de notas conocida como tapping (técnica previa a Eddie, pero a la que él dio ritmo, lenguaje y dinámica) fue un virus que se propagó a una velocidad que nos puede resultar familiar. En comparación, todo lo anterior sonaba inofensivo y desfasado.
Hacerte un Eruption sin errores sigue siendo a día de hoy un rito de paso hacia la excelencia musical.
2- Dance the Night Away, Van Halen II (1979)
El segundo disco fue hecho con precipitación y, para algunos fans, siempre tuvo un sonido muy fino, en comparación con el empaque del primero. Pero el repertorio manda y ahí había de dónde seleccionar. Dance the Night Away (que desafortunadamente no se llamó Dance, Lolita, Dance, como David Lee Roth quería) es una elección algo rutinaria, pero también un buen ejemplo del buen rollo que la banda transmitía y de que Eddie nunca tuvo como cometido meter mil notas en cada solo, sino tocar lo que la canción pedía.
3- And The Cradle Will Rock, Women And Children First (1980)
El playback televisivo de esta oda al asaltacunismo nos sitúa en cómo inician VH la nueva década: alcanzando la excelencia musical y metidos hasta el cuello en las glorias y miserias de la vida del éxito y la decadencia. Laca, elásticos, botas de piel de oso, la actitud pervertida y machirula de Lee Roth, un par de solos de Eddie que crespan melenas… Qué tiempos.
4- Mean Streets, Fair Warning (1981)
El cuarto disco fue un paso atrás comercialmente pero también la obra favorita para un buen puñado de fans. Eddie vuelve a arrasar creando intros, solos, atmósferas y un riff imbatible para esta canción. Otras de sus master class como guitarrista total. Otro a priori insulso playback convertido en toda una performance.
5- Little Guitars, Diver Down (1982)
Una tarde, Eddie se quedó boquiabierto viendo al madrileño Carlos Montoya tocar flamenco por la tele. “Oh, Dios mío, este tío es impresionante, yo no puedo tocar eso”. La intro de Little Guitars fue su intento de lograr un sonido parecido tocando con una púa. Los estilos musicales estaban confinados perimetralmente durante los 80, especialmente si tus discos se colocaban en cubetas cercanas al heavy metal o el rock duro, pero Van Halen podían transitar por donde les diese la gana sin pedir permiso a nadie.
6- Girl Gone Bad, 1984 (1984)
El éxito global de Jump (junto a otros singles como Panama o Hot For Teacher) no puede desviarnos del hecho de encontrarnos ante un álbum impresionante desde cualquier punto de vista. Mi favorita personal es esta tenebrosa, intrincada y exuberante canción, en la que Eddie apabulla como un Paganini que vomita electricidad hasta terminar fusionándose con una base rítmica en estado de gloria.
Alguien técnicamente competente podría describir la cantidad de técnicas y trucos que se pueden escuchar fluyendo a lo largo de este tema. Un simple oyente solo puede intentar narrar la sensación que produce y pegar el link a continuación.
7- Dreams, 5150 (1986)
Adiós, David Lee Roth. Bienvenido, Sammy Hagar.
Tras el éxito de Jump y la entrada Hagar, la banda se transformó en una entidad diferente. Siguieron haciendo buena música pero buena parte de la espontaneidad y del sentido del humor desaparecieron, su sonido se ajustó a patrones más estándares y todo nuevo disco se aseguró de tener algún tema AOR para triunfar en las radios.
Dreams es uno de los más afortunados. No quiero saber lo que pensarían de esta canción los que abandonaron el barco por la excesiva comercialidad de Jump. Lo que yo pienso es que es un gran single 80s. Como se ha comentado miles de veces, Hagar nunca tendrá el carisma ni el encanto de su antecesor, pero podía alcanzar y sostener tonos a los que DLR solo llegaba a berridos.
8- Mine All Mine, OU812 (1988)
Eddie sigue obsesionado con los teclados. Algo nada raro, por otra parte, puesto que ya con cinco añitos (y tocando de oído) arrasaba en concursos y certámenes a niños que le doblaban la edad. La orientación aquí no es nada comercial, sin embargo. Son capas de sintetizadores que van dando forma sobre un ritmo jazzero a una canción en la que Hagar nos recuerda la responsabilidad que tenemos de preservar un alma que muchos van a querer poseer, pero que es tuya y solo tuya.
9- Poundcake, For Unlawful Carnal Knowledge (1992)
Este álbum de singular acrónimo fue un retorno al rock agresivo, aún con el sonido sobreproducido de la era Hagar. Las cartas de amor volvieron a convertirse en metáforas y provocaciones salidorras, como la de la canción que nos ocupa, la que abría el disco y nos permitía deleitarnos con la introducción del taladro eléctrico en el alfabeto rockero.
10- Don´t Tell Me (What Love Can Do), Balance (1995)
Los aires sombríos y reflexivos que trajo el grunge (y que comentábamos aquí) impregnan el fúnebre riff de esta intensa canción sobre la libertad para decidir, para elegir lo incorrecto y para asumir el correspondiente hostión si procede. La muerte de Cobain impregna algunas líneas, aunque Hagar, al revés que cualquier filósofo de baratillo o escritorzuelo de autoayuda, reconoce no saber qué decirle. Recital vocal de Sammy y guitarrero de Eddie, que aporta en cada solo y estrofa diferentes matices a la historia.
11- Catherine de la película Sacred Sin (2006)
Los más avezados habrán notado que me he saltado del disco Van Halen III (1998) que grabaron con Gary Cherone. Nunca me ha gustado ese disco y nunca me ha gustado Cherone, así que sería del todo absurdo que recomendase a nadie que se llevase a la tumba uno de sus temas.
Lo reemplazo por este otro, de historia tan descabellada que merece una pequeña introducción.
En 2006, Eddie estaba atravesando un momento muy confuso de su existencia. Había superado problemas serios de salud, se estaba separando de su mujer y se le veía delgadísimo, con aspecto de homeless y borracho como una cuba de manera permanente. Las entrevistas de aquellos años eran una experiencia lisérgica en la que lo mismo comentaba que Wolfgang, su hijo adolescente, se pasaba el día encerrado en el baño meneándosela como que aseguraba haber descubierto la cura para el cáncer.
El tema con el que volvió a dejarse oír fue… la banda sonora de una película porno, Sacred Sin. Todo lo que vemos en el vídeo huele a raro, a insalubre y a cerrado. Y, sin embargo, fue emocionante ver que el genio estaba todavía ahí, siendo capaz de hacernos vibrar cuando se colgaba una guitarra (y se hacía cargo de los demás instrumentos), de sonar como nadie en el mundo.
12- Bullethead, A Different Kind Of Truth (2012)
En 2007 ocurrió algo tan raro como cuando Roger Waters accedió a volver a tocar con Pink Floyd o cuando Axl se reunió con Slash: Van Halen anunciaron una nueva gira con David Lee Roth.
Hubo que esperar bastante más para poder escuchar un nuevo disco, convertido ahora en testamento, pero qué felicidad fue escuchar otra vez toda la diversión y la energía primaria de sus inicios. Escuchar a Eddie volviendo a experimentar, a intentar llegar más allá en las barreras del sonido. Mención especial para los textos de David Lee Roth que, rompiendo radicalmente con el binomio sexo-fiesta de sus clásicos, exhibe una ironía y una sabiduría que seguramente le eran inaccesibles 30 años atrás.
Estupenda revisión y bien aderezada de una banda legendaria.
Cuando has crecido escuchando iconos de semejante envergadura te queda el sentimiento de agradecimiento por todos los buenos ratos y las vibraciones transmitidas… el destino, los raticulianos o el universo han hecho que coincidamos en el mismo espacio tiempo para disfrutar de Van Halen. ¡Gracias!