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Fernando Navarro, una vida entre canciones

"La música es algo que no puedes controlar: te atrapa y son las canciones las que te eligen"

Fernando Navarro (Madrid, 1981) inició su carrera periodística en 2002 como becario en la agencia EFE. Se especializó en crítica musical, siendo colaborador en las revistas musicales Efe Eme y Ruta 66.​ De ahí pasó a medios del Grupo Prisa como la edición española de Rolling Stone, el programa Los Residentes en M80 Radio,​ y como colaborador y tertuliano en la Cadena SER. Desde 2007 trabaja en la sección cultural de El País, donde se ha especializado en actualidad musical y entrevistas. También ha sido crítico musical en el suplemento Babelia, forma parte de la redacción de la revista dominical El País Semanal, y gestiona un blog en el sitio web del diario, La Ruta Norteamericana, sobre música estadounidense.

Mientras que su último trabajo, Algo que sirva como luz (Abril 2024, Editorial Aguilar), ha sido un rotundo éxito editorial que lo ha convertido en superventas, su anterior novela, Todo lo que importa sucede en las canciones (Febrero 2023, Pepitas de Calabaza), descubre a un narrador excepcional. A través de canciones clásicas y sus respectivas intrahistorias, como un andamiaje de hitos vitales, Fernando construye una historia conmovedora sobre la iniciación y el descubrimiento, la madurez, la alegría y la pérdida. Un derroche de vida sazonado de canciones inapelables. Una novela que se puede leer y escuchar. Un placer para los sentidos.

En esta entrevista charlamos con Fernando sobre periodismo y música, y por supuesto, sobre la historia de Supersubmarina y sus anteriores trabajos.

But We Like It:  ¿Siempre has estado dedicado al periodismo musical? ¿Cambiarías de sección?

Fernando Navarro: Mi vocación siempre ha sido el periodismo. Y el periodismo cultural es lo que más me atraía. Y dentro del cultural, el musical. Cuando estaba estudiando periodismo en la Complutense de Madrid, tenía la música como una gran pasión y me ponía a escribir de música en foros de intenet, en chats, incluso también para mí mismo. Al principio no lo compartía con nadie, pero luego lo hice en foros de internet. Ahí es donde me di cuenta que quería escribir de música, y me encantaba escribir de música. Fui compaginando periodismo en la Complu e historia en la Autónoma, para especializarme en Historia Contemporánea, porque me interesaba  mucho entender el contexto del siglo XX a nivel de periodista internacional, pero también como periodista cultural. Como un periodista que pudiera tener más herramientas para entender la realidad y de dónde venían las cosas que pasaban en el mundo. Una meta de mi vida era ser corresponsal algún día.

¿Sigue siendo una meta?

No, ahora no. En este punto de mi vida, no. Sólo hay una corresponsalía por la que dejaría lo que estoy haciendo… aunque no dejaría nada porque tengo un hijo de doce años, estoy separado, y no podría vivir alejado de él. Es inconcebible para mí estar lejos de mi hijo. Cuando lo he estado tres semanas por las vacaciones, ya se me hace demasiado duro. Pero si por algo renunciase a lo que tengo, sería por irme de corresponsal a Nueva York. Es una ciudad que sobre todo da información cultural.

Empecé en el diario El País con periodismo de todo tipo: sucesos, local, de radio… fue en la sección de Internacional, y estuve allí varios años. Lo que pasa es que mi pasión por la música era tan grande, que en Internacional escribes muy poco, editas mucho… yo además estaba en la web, editaba mucho a los corresponsales, cogía muchos teletipos, los subía… y a mí me encantaba escribir, la pulsión de escribir la he tenido desde siempre. Entonces empecé a ofrecer cosas de música, tenía mucho bagaje musical porque era un apasionado de la música, y hubo un momento en que mi redactor jefe de Internacional me dijo: “te quiero aquí porque eres un periodista muy competente, pero que sepas que la raza que te va a distinguir en esta profesión va a ser cuando escribas de música”. Fue como un respaldo a algo que ya tenía interiorizado, que no quería dejar de escribir de música. Y así fue. Hasta que me fui a música y cultura. Y, hoy por hoy, solamente quiero dedicarme al periodismo cultural, no sólo musica, sino también cine y literatura.

En Todo lo que importa sucede en las canciones, decías que «la vida es corta aunque ancha»

Lo suscribo completamente. Eso me lo dijo Calamaro la primera vez que lo entrevisté en persona. En mi libro lo cito al hablar de Elvis, pero creo que viene de un literato francés.

 ¿En las entrevistas cómo planteas la desigualdad entre periodista y artista para que fluya una conversación interesante?

No tengo una hoja de ruta perfecta ni es una ciencia exacta, pero lo que me dicta la experiencia es que lo más importante es tener conciencia de que estás ante una persona tan humana como tú. He estado delante de Patti Smith, he tenido al teléfono a Keith Richards, a Ray Davies, a John Fogerty… gente que a mí, si me lo dicen con veinte años, me da algo. Y aún me sigue dando algo a día de hoy. Pero esa gente que tienes enfrente, son personas que dudan y que también actúan… se te quita la idolatría. Y hay algo que para mí es sagrado, y lo repito mucho en las clases y cuando me preguntan: me interesa por encima de todo el lector, el contrato sagrado es con él. Es el lector quien debe valorar mi trabajo, no el entrevistado. Parece una tontería, pero la aprobación que hay que buscar es la del lector. Hay que hacer la mejor entrevista posible para el lector. Hay que quitarse al ídolo de la cabeza, aunque lo tengas, y darse cuenta de que no hay nada mejor que al lector le guste y que el entrevistado sienta que ha tenido una conversación inteligente, valiosa, y que has sido muy competente en tu papel de periodista. Y eso sólo lo puedes hacer bien si piensas que el lector, al otro lado, va a querer eso de ti. Patti Smith no va a querer que te hagas una foto con ella ni que le rías las gracias, o le digas todo el rato lo fan que eres de ella.

 ¿El periodismo, «gente que le cuenta a la gente lo que le pasa a la gente», es un servicio público?

Creo que el periodismo es una necesidad para cualquier sociedad democrática, como lo es la sanidad, la educación u otro tipo de atenciones importantes, pero no es algo que tenga que ser necesariamente público. Es una profesión que requiere de un código y una ética. No puedes hacer periodismo sin el código de esta profesión, como la tiene el código de los médicos u otras disciplinas. Decía Enrique Meneses que el periodismo es ir, ver, escuchar, volver y contarlo. Eso es el periodismo. Y eso tiene que ser el periodismo. En el mundo que vivimos actualmente, contarlo también requiere -seguramente siempre fue así, pero hoy más que nunca- interpretarlo. Vivimos en un mundo de sobreinformación, decía Susan Sontag. Y ante esa sobreinformación -y lo decía en los años 90, imagínate-, la cualidad periodística está en la capacidad de tener un criterio. Un disco, un concierto, un festival… tú tienes que interpretar al lector esa realidad, no sólo contársela; porque la realidad esta repleta de intereses, de fake news… y se cruza todo.

¿Es el mejor oficio del mundo?

No lo sé, es el mejor oficio del mundo para el que lo disfruta. Un panadero puede pensar que el mejor oficio del mundo es amasar pan. No voy a caer en el romanticismo fácil de decir que es el mejor oficio. El mejor oficio es aquel que te da de comer bien, con el que puedes tener una vida digna, y al mismo tiempo disfrutarlo de verdad, apasionadamente. Es mi caso, no creo que haya otro trabajo que me haga más feliz. He tenido mucha suerte, he cumplido mis sueños. Nunca pensé que pudiera dedicarme al periodismo musical, y llevo dedicándome a ello más de quince años; nunca pensé que fuese a llegar a El País, que es el medio que más he admirado y sigo admirando, y estoy aquí desde hace casi veinte años y, sobre todo, nunca había pensado que pudiera hacerlo con la libertad con que lo he hecho, me he sentido muy pocas veces coaccionado. Para mí, sí es el mejor oficio del mundo, pero para otros no tiene por qué serlo.

¿Cómo afecta la atención dispersa al periodismo? ¿Las fake news? ¿Cómo convive el periodismo con el exceso de clickbaits y la atención cada vez más dispersa del lector?

Bueno, ahora mismo es el gran caballo de batalla de las empresas periodísticas e informativas más rigurosas. Internet es una herramienta fabulosa  para compartir conocimientos, pero Internet y las redes sociales en el mundo actual se han convertido en un lugar donde predomina un vacío absoluto de conocimiento. Todo lo contrario que debiera ser. Cuando Musk se hace con Twitter y ahora ves que muestran más contenidos de violencia, machismo… demuestra que muchos de los males que predominan en nuestra sociedad occidental también lo hacen en las redes. En el periodismo actual es muy importante darnos cuenta de todo lo que tiene que ver con la sobreinformación y cómo funcionan las redes sociales en el mundo actual, porque el periodismo está siendo a veces engullido por estos elementos. Es incapaz de contrarrestar este fenómeno. Y creo que vivimos una época bastante compleja como periodistas porque siento que el periodismo tiene menos valor. Al tener la cultura también menos valor, la educación tiene menos valor, y vivimos en un tiempo en que la ignorancia parece que predomina.

“Periodista para acabar en el paro, y encima, crítico musical para ser un adolescente eterno”.  ¿Cuál es el futuro de los licenciados de periodismo? ¿Algún consejo?

Hay gente que siente que se ha equivocado porque la profesión, de repente, se ha convertido en un sitio donde hay menos posibilidades de desarrollo. No sé qué consejos darles. Tampoco me atrevo a darme consejos a mí mismo, como para dárselos a los demás. En las clases de periodismo musical, en la Escuela de Escritores, les decía: en estas clases no te voy a desanimar para que pierdas tu fe, pero tampoco caer en el  romanticismo fácil. Sé de la dificultad y el privilegio de haber llegado, y las dificultades de la profesión en la actualidad. Y, por encima de todo, vas a tener que depender de ti mismo siempre. De tu valor, de tu tenacidad, de tu capacidad de resistencia para mantenerte en el objetivo de querer ser periodista y dedicarte a esto. Primero, no renuncies a ti mismo; y, una vez que no renuncies a ti mismo, que sepas que todo va a estar en contra la mayoría de las veces. A partir de ahí, esto es como ser músico, ¿cuántos llegan al éxito? Está claro que si tú no estás persiguiendo eso, no lo vas a conseguir. El único consejo que daría es: si realmente crees en esto lo suficiente como para sentir que es tu gran pasión y tu gran vocación, que resistas por lo menos un tiempo hasta que puedas llegar a algo, pero que seas también consciente de que vas a encontrar un camino tremendamente dificultoso.

A propósito del obituario de Chuck Berry, hablabas de encontrar la idea que sirve para arrancar la pieza periodística, “el tránsito hacia el fogonazo”. ¿Cómo se trabaja esa activación (you can´t start a fire without a spark : )?

Tienes que creer en tu instinto. Creo en el instinto para escribir, seguro que también para componer. Seguir el instinto también es un oficio, es una experiencia. No vale lo primero, lo fácil, siempre hay algo que puedes mejorar. Decía Santiago Segurola en el prólogo del libro de Enric González, Memorias líquidas, que Enric tenía un talento especial que le hacía distinto a los demás: te seducía desde la primera frase. Ese chispazo tiene que ver mucho con esa seducción de Enric. También García Márquez decía que pasaba meses hasta dar con el primer párrafo de sus novelas. En el caso del obituario de Chuck Berry, no tienes tanto tiempo, tienes que pensar en menos de veinte minutos cómo arrancarlo. Es un oficio, se consigue con experiencia, pero también es el instinto de saber que tienes que seducir. Lo que tienes que hacer es, sobre todo, aprender a descartar rápidamente todo lo que no tienes que decir. Por ejemplo, el ritmo de Segurola de las crónicas de fútbol era maravilloso. Tenían nervio y llegaban al lector. Tienen que tener la piel y los ojos de lo que estás sintiendo.

Si a partir de cierta edad “girar es envejecer en público”, ¿qué crees que mueve a Dylan para continuar su Never Ending Tour?

Yo creo que no sabe hacer otra cosa por la que sentirse más vivo. Le pasa igual a Neil Young, a Springsteen… a los Rolling. Al final, toda esta gente si para, muere. Se han criado tocando. Dylan salió a los dieciocho años de su casa, y desde entonces no ha parado con esto. Es una conexión que puedo entender. Por ejemplo, yo escribo, y sé que no voy a dejar de escribir nunca. Ellos no dejan de tocar y girar, porque de esta forma conectan con una parte de sí mismos que les da vida. Es supervivencia. En el caso de Dylan, hay algo más fascinante, porque es una filosofía de vida. Es difícil de entender desde una perspectiva de trabajo de oficina, pero en la suya, como sus grandes héroes (Woody Guthrie), la carretera formaba parte de una filosofía de vida. Y él viene de todo eso. Y esa carretera es un elemento casi circense, llegar a los sitios dando lo único que tienes, que es tu palabra y tu mensaje sobre la música. Coppola y Scorsese también han dicho recientemente que se morirán haciendo películas, con ochenta y pico años. Tiene tanto que ver con la vocación y sentirse vivos, que simplemente lo hacen por una cuestión egoísta.

“No importan de dónde vengan las canciones, sino a dónde te llevan”. ¿Las nuevas tendencias y nuevos consumos de música (trap, etc…)  llevan a los mismos sitios que la música que escuchábamos antes? ¿Siempre ha habido un conflicto generacional?

El conflicto generacional siempre va a estar ahí. Eso va a pasar siempre. Es cíclico y siempre habrá una siguiente generación que rechace lo anterior, y generaciones que se vayan quedando obsoletas con los nuevos tiempos, y los dejen de entender. Esta música no significa para mí lo mismo que significaba la de mi tiempo, pero yo escuché a Springsteen, Dylan o los Beatles sin ser mi generación. Cada generación tiene su vehículo de expresión, lo que pasa es que no es lo mismo. ¿Si es mejor o peor? Es algo absolutamente subjetivo, porque trata sobre tu gusto y lo que te hace feliz. Pero sí que es cierto que esta música predominante no ha tenido la carga ética, filosófica y contracultural que tuvo la música que a mí me ha gustado, y que me sigue gustando. Tenía un poder interno muy fuerte de convulsión de ideas, de pensamiento. De cultura, en toda la plenitud de la palabra y su significado. Es decir, de contraponerte, de entender otras cosas, de diferenciarte del entorno dominante que quieren que te conviertas en algo productivo, a que te conviertas en alguien que piensa, que es capaz de contrarrestar sus propias ideas preconcebidas. Y eso sí que lo tuvieron durante mucho tiempo -y lo siguen teniendo-, músicas predominantes que llegaron a mucho público, que fueron contraculturales. Eso sí se ha perdido, y es un problema, para mí, tremendo. Hoy en día, con las redes sociales, vivimos una época en que la cultura cada vez está siendo más vaciada de contenido.

¿Vivimos tiempos de ausencia cultural?

Bueno, cultura no es entretenimiento, cultura no es hedonismo y diversión… que sí, que lo puede tener, pero la cultura realmente siempre ha sido un lugar de intercambio de ideas, incluso contrapuestas. De conocer a otros. Y, en ese sentido, creo que eso ya se ha perdido. Por ejemplo, el rock and roll, el jazz, el punk, el hiphop, el rap, etc… nacen como expresiones contraculturales que intentaban romper con lo predominante, con industrias que intentaban crear e imponer modelos de consumo. Pero es que la cultura nunca ha tenido que ver con el modelo de consumo. La cultura más importante de escritores, músicos, cineastas no ha tenido que ver con modelos de consumo, sino con intercambio de ideas. Lo más poderoso del rock, desde Elvis a Dylan o los Beatles, era la capacidad de contrarrestar un lugar dominante por una industria que quería que formases parte del consumo. Y eso era mucho más interesante antes que ahora.

Workingman´s Blues #2, un vals solitario que te hipnotizó, ¿no te recuerda en parte a Jokerman de “Infidels”?

Puedo recordar mi vida pasada por cosas que le han sucedido a mi hijo, títulos de Real Madrid y mis obsesiones con Dylan. Precisamente, después de Workingman´s Blues #2, mi siguiente obsesión fue Jokerman. Hay una versión maravillosa de Caetano Veloso.

 ¿Cuáles son las canciones que más te han obsesionado? ¿Qué más hayas escuchado?

A mí me obsesionó muchísimo en su momento, Thunder Road. Con ella me di cuenta de que la vida era mucho más ancha de lo que yo me imaginaba. Tengo muchas, muchas obsesiones. He aprendido a relativizarlas, pero la verdad es que la música es algo que no puedes controlar. La música te atrapa y son las canciones las que te eligen. Por ejemplo, para Algo que sirva como luz, sin las baladas y esos medios tiempos de Richard Hawley no hubiese sido capaz de escribir ese libro cómo lo escribí. Estaba obesionado con el tono que da Richard Hawley a esas canciones. Mis dos últimas obsesiones: el disco de A Love Supreme de John Coltrane, y una canción del útimo disco de Wilco.

Sin caer en idolatrías, ¿quién es el músico que más te haya impactado conocer?

Patti Smith. Pero he conocido a mucha gente interesante en persona. Por teléfono es distinto. En persona también me impresionó mucho Serrat. Si lo hubiese entrevistado al principio de mi carrera periodística, creo que no lo hubiera valorado tanto como cuando lo entrevisté, ya en 2021, y era mucho más consciente de la grandeza de Serrat. Ese momento fue muy impactante, y con Pattie Smith la que más.

Aprendimos más con un disco de tres minutos que con todo lo que nos enseñaron en la escuela, cantaba Springsteen en No Surrender. ¿Cómo fue aquel encuentro con Steven Van Zadt sobre la importancia de enseñar la música?

He hecho dos entrevistas a Steve, una en persona y otra por teléfono. Para la portada del Ruta 66 en la que iba vestido de Soprano, de Silvio Dante, y me dio una entrevista espectacular, y ahí me dijo que su gran desafío vital era llevar el rock and roll a las escuelas. Que él había hecho todo en la vida menos una cosa: llevar el rock and roll a las escuelas. Y esa frase me marcó mucho para acabar de decidirme a ser profesor cuando me ofrecieron dar clase en la Escuela de Escritores.

Puedo recordar mi vida pasada por cosas que le han sucedido a mi hijo, títulos del Real Madrid y mis obsesiones con Dylan

¿Qué bandas interesantes estás siguiendo en la actualidad?  

He tenido la suerte de viajar recientemente a Nueva Orleans, con un amigo que es promotor musical, y he descubierto un montón de artistas de la escena actual que están haciendo folk y me fascinan. Por ejemplo, Duff Thompson o Sabine McAlla. Muy desconocidos, pero viven la música con esa conexión con el arte. Hay un dicho en Nueva Orleans: un músico no se levanta de la cama para ir a dar un concierto, sino para tocar con otro músico. Es clave para entender cómo funciona la ciudad de Nueva Orleans entre las comunidades musicales desde el origen del jazz. Un músico quiere tocar con otro músico, porque quiere compartir la experiencia de tocar, pero no por ir a un concierto y que le vea el público y la fama, sino por compartir la música. NOLA´s way, el espíritu de Nueva Orleans, donde todo es comunitario y todo debe hacerse desde el corazón y sin pensar en el negocio.

De la escena española, me gusta mucho el último disco que acaba de sacar Biznaga, muy combativo. Y otros artistas que me fascinan son Germán Salto, muy Wilco, y Sheila Blanco, que está haciendo cosas muy interesantes.

Entre tanta saturación de festivales y falta de salas, ¿hay más postureo y ganas de compartir la foto en redes que genuino interés por la música?

Tal cual. Volvemos un poco a lo que te comentaba antes de la cultura vacía. Existe todo un modo de funcionamiento de la industria del entretenimiento, que afecta a la música, en el que la experiencia de hacer cosas y compartirlas en redes sociales y exponerte es más importante que el significado que le das. ¿Qué significado le das a un concierto si lo que te interesa más del concierto es contar que has estado que vivirlo dentro de ti? A los estudiantes les preguntaba cuántos escucháis un disco entero -que empieza a ser un acto revolucionario- y cuántos habéis ido solos a un concierto. No entiendo a esta gente que dice no tengo con quién ir a un concierto… es que no tienes por qué ir con nadie, de hecho te va a venir mejor estar solo y vivirlo para ti, y darle el significado que para ti tiene.

Por ejemplo, hoy Carmen Boza ha publicado un comunicado en el que renuncia a la música porque no quiere formar parte del contenido que demandan las redes, las discográficas, los promotores… una manera de funcionar en la que cada vez estamos más expuestos todos. No tiene sentido pasar más tiempo tratando de construir una imagen pública que componiendo. A los usuarios de música nos pasa algo parecido, pasamos más tiempo intentando demostrar o proyectar una imagen que viviéndolo internamente.

¿Escuchas los discos completos?

Siempre que puedo sí. Decía Diego Manrique que el crítico musical tiene una ventaja ante el literario o cinematográfico, que se puede saltar las canciones aburridas. Pero yo intento tener a la semana, al menos, la posibilidad de escuchar dos o tres discos enteros, como quien ve una película.

Si pudieses hacer un Travelling Wilburys con músicos actuales, ¿quiénes formarían esa superbanda que mañana tocase aquí para ti?

No es fácil (risas). Richard Hawley de cantante, al guitarrista de Wilco, Nels Cliney, y a Buck Meek, el guitarrista de Big Thief. Y en la batería, no sé… venga, ponemos a Leiva, que toca muy bien y le encanta tocarla, fue su primer instrumento.

Enhorabuena por el sensacional éxito de Algo que sirva como luz. ¿Cuánto tiempo te llevó prepararlo? 

Fueron unos tres años de preparación. Desde que llego la primera vez a Baeza hasta que termino de editar el libro. Muchos viajes, a lo mejor unos diez o doce.

Supersubmarina es una historia mágica de amistad y música. Desde sus inicio como Inflamables, se fueron en su momento de mayor éxito, ¿cuál hubiese sido la evolución natural del grupo?

Creo que hasta donde ha llegado Vetusta Morla es un buen ejemplo. Lo que hemos visto de Vestusta Morla de meter a treinta y ocho mil personas en la Caja Mágica, o de girar en festivales al nivel que han girado, o tres WiZink Centers… lo podrían haber hecho. Si Vetusta Morla lo ha hecho, Supersubmarina también lo podría haber hecho porque estaban a la par.

En AQSCL hablabas de la dicotomía entre drama y tragedia: en el drama los personajes tienen la posibilidad de cambiar su destino, con determinadas decisiones, mientras que en la tragedia esto no sucede. El accidente obviamente fue un hecho trágico, ¿hay posibilidad de redimirlo? 

En las obras de Shakespeare, los destinos marcan el sino de los personajes. Esa frase la utilicé por primera vez cuando escribí sobre la muerte de James Gandolfini. Escribí que Tony Soprano era un personaje trágico porque no podía escapar de su destino, como bien explica la serie, porque siempre va a estar bajo el yugo de la mafia, porque ha nacido ahí y pertenece a ese entorno. No puede escapar de su realidad. Sin embargo en un drama sí puedes escapar de tu realidad, puedes tomar una decisión e irte. En los Soprano más de un personaje intenta irse y no puede. Es una tragedia. En el caso de Supersubmarina, obviamente fueron víctimas de un suceso trágico, pero algo bonito es que ahora están teniendo posibilidad de elección.

En Maneras de vivir, haces un maravilloso repaso por las mejores salas y museos de Madrid… ¿cuál es la rentabilidad de la cultura en estos tiempos de AirBnB y turismo salvaje? ¿Cómo ves la escena madrileña actual?

Creo que Madrid todavía no ha muerto como una ciudad canalla y alternativa. Madrid es los Madriles, es el conjunto de muchísimas gentes venidas de todos sitios, ya no solamente de España sino de Latinoamérica y otros continentes. Es un lugar que siempre ha sido de llegada de mucha gente, más que cualquier otra ciudad en España.  Así que sigue habiendo posibilidad de resistencia. Pero creo que ahora mismo está muy mal, precisamente por todo lo que hemos estado hablando. Este rollo de cultura actual, élites, gentrificación, las autoridades que tenemos… pero todavía noto la pulsión y creo en la posibilidad de que pueda ofrecer lugares alternativos de resistencia cultural. Cuando la cultura es contracultura, cuando no es un eslogan político ni una valla publicitaria.

¿Qué hacen los patos de central Park cuando llega el invierno?

Se recogen todos al lado de un trocito del lago. Es maravilloso. Está todo el hielo, pero son capaces de mantener un trocito donde se juntan todos y se dan calor entre ellos. Es verídico. Lo fui a ver. La primera vez que nevó en Nueva York, cuando vivía allí, dije: vámonos a Central Park, hay que ver los patos. Tenemos unas fotos preciosas.

Queda apenas una semana para las elecciones americanas, ¿qué es más importante: vigilar los parquímetros o seguir a algún líder político?

Vigilar los parquímetros, para que no te la claven (risas).

¿Lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana?

Sí, sin duda. Al de mañana, y al lugar en el que quiero morir. Quiero morir haciendo lo que estoy haciendo hoy. Nunca he estado tan conectado como ahora con mi profesión, con la suerte de los libros que han ido muy bien… No es sólo una cuestión de que el libro de Supersubmarina haya tenido éxito, también siento que es por una ética de trabajo que me llena.

Cuestionario rápido

Comida y bebida favorita…   Un buen vino tinto (me gustan muchos los vinos de Hungría) y una paella bien hecha y gazpacho.

Un libro…  A sangre y fuego, de Chaves Nogales. Ese libro tiene todo el periodismo literario que a mí me gusta, o cómo sobre una historia real puedes construir algo más trascendental.

Una serie…   Los Soprano.

Una película…   Grupo Salvaje.

Una ciudad…   Madrid, todavía.

Un verano interminable…   El de las canciones que nunca acaban, el de las verbenas. Los veranos de verbena.

 

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