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Por los caídos de Seattle (II)

Kurt Cobain ha muerto cuando las ondas del grunge siguen en pleno big bang. Desde una perspectiva mitológica, el movimiento ya tiene un mártir y un ídolo al que recordar. Se podía haber quedado ahí, con todas las claves fijadas para ser de por sí una gran historia. Pero la cosa, por desgracia, acababa de empezar.   

 

Shanon Hoon (1967-1995)

El cantante de Blind Melon era siempre el alma de la fiesta, rara avis en la cofradría de existencialistas del grunge. Era el arquetipo de poeta excéntrico que parece estar siempre de juerga. También el que más de cerca conocía las instituciones penitenciarias norteamericanas, fruto de algunas de ellas.

Blind Melon también eran una rareza dentro del movimiento: una panda de hippies que transmitían puro buen rollo. Al menos en su primer disco, del que salió el célebre No rain. Ahora estamos acostumbrados a ver todo tipo de tallas en pasarelas de belleza, pero, en 1993, hacer protagonista de tu vídeo, en lugar de a la infalible tía buena, a una niña gordita de la que se ríen sus profesores, pero que termina bailando feliz, era una declaración de intenciones. Estaba claro que estos chavales tenían una sensibilidad diferente. Y que no había mejor música para disfrutar con una deliciosa cerveza en un atardecer en la playa o a cielo abierto.

Hoon fue sumando incidentes y extravagancias propulsadas por la cocaína, su gran Dragón Rojo, pero el grupo estaba por completo en ese momento tan frágil, que a veces dura tan poco, en el que una banda o artista parecen tener siempre la inspiración de su lado. Cuando fueron invitados al festival masivo Woodstock 94. Shannon Hoon, apareció vestido con el traje de boda de su mujer y ofreció una interpretación memorable. Sobre el escenario no parecía haber una banda con un disco en el mercado, aquella magia solo parecía posible tras pasar muchos miles de horas haciendo música juntos.

Fueron los héroes de aquel festival de cartel plagado de leyendas (junto con otra banda que, de una manera bien diferente, también iba a marcar a sangre y fuego los 90: Nine Inch Nails).

El 21 de octubre de 1995, se rompió la fina capa que separaba la comedia del drama y se encontraron a Hoon muerto por sobredosis en el autobús de gira. En su querida ciudad de Nueva Orleans, que tanto había impregnado de autenticidad y golferío la obra que nos había dejado.

Todavía estaba pendiente la edición del tercer disco de Blind Melon, Nico, que se dedicó en su integridad a recoger fondos para la huérfana que había dejado con trece semanas de vida.

 

Layne Staley (1967-2002)

La muerte de Hoon fue tan estúpida e inoportuna como ya estamos acostumbrados a narrar en esta saga, pero al menos parece que disfrutó de su breve periplo por el planeta Tierra. La historia de Layne Staley es muy diferente.

La voz de Alice In Chains (y del extraordinario disco que lanzó aquella banda all-star del grunge llamada Mad Season) era una mezcla de furia, sensibilidad y tristeza. Pocos ganaban a AIC en cuanto a negrura. Música intensa y fascinante, pero que apenas daba tregua al oyente. La decepción, el fracaso, la paranoia, la desesperanza y cualquier forma de bajón en general eran parte esencial de su receta. Un antídoto espiritual, por otra parte, a esta paranoia actual de aparentar felicidad a toda costa.

En 2002, el grunge ya había pasado definitivamente de moda, pero bandas como AIC eran referenciales para una nueva generación de rockeros emmos o de nu-metaleros que habían surgido inspirados por su tenebrosa forma de ver la existencia (aunque varias escalas por debajo en cuanto a talento).

La muerte de Staley fue una larga y dolorosa caída al vacío en completa soledad, cuyo punto de no retorno sitúan algunos allegados en octubre de 1996, al morir su ex novia Demri Parrott de sobredosis.

Staley, que ya estaba severamente afectado por el combo adicción + depresión, nunca pudo superarlo. Meses antes había grabado un impresionante Unplugged para la MTV, en el que sonaban incluso más melancólicos que de costumbre. Ya no volvieron a actuar juntos. El resto de su carrera se limitó a grabar unas pocas canciones ocasionales. La demanda que había de más música y conciertos de AIC nunca llegó a estar satisfecha.

Primero fue la inactividad profesional y después la reclusión absoluta. Se le vio en público por última vez en 1998 y vivió sus últimos años aislado en su apartamento de Seattle. Largos años en los que iba perdiendo conexión con el mundo y apenas hablaba o veía a nadie. Cuando encontraron su cuerpo, el 19 de abril de 2002, llevaba dos semanas muerto. Medía 1,83 cm y pesaba 39 kilos.

Años después. Mike Starr, ejemplar bajista de AIC, confesó que había ido a su casa el día anterior a su muerte y se había largado de malas maneras, pese a sus súplicas, al ver el estado en el que estaba. Se sentía enormemente culpable por haberle abandonado y no haber llamado al 911.

Para rematar esta macabra y tristísima historia, el mismo Starr TAMBIÉN moría de sobredosis, en 2011.

 

Vamos a realizar una segunda pausa. Semejante nivel de turbiedad mejor ofrecerlo en pequeñas porciones. Reservamos la tercera edición para la sobredosis de Scott Weiland y el ahorcamiento de Chris Cornell. Prometo entregarla con la máxima celeridad posible, en los próximos días, porque tampoco es mi intención joderle las Navidades a nadie.

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