Qué habría pasado si…
Las vidas posibles de nuestros mitos
Tu banda favorita desaparece poco a poco de una foto –tal como pasaba en la de la familia de Marty McFly cuando sus [futuros] padres dejaban de bailar juntos en la fiesta de fin de curso– y todo porque la vida es un cruce de caminos constante y alguien decide ir en una dirección en lugar de otra.
O a la inversa: mi presente es el de un completo desconocido que trata a duras penas de escribir artículos para un blog de música. Pero, en lugar de eso, ¿estaría hoy tocando en un club de jazz en Tokio si a los diecisiete hubiese agarrado más fuerte mi saxofón, dejando a un lado la idea de ir a la universidad?
El cine nos ha dado ejemplos de historia-ficción como Fatherland (C.Menaul, 1994), en la que la Alemania nazi conquista Europa y el Imperio Británico tras el desastre del desembarco aliado en Normadía; Inglorious Basterds (Q.Tarantino, 2009) y su fantasía de venganza judía sobre la cúpula del tercer Reich; o CSA: The Confederate States of America (K.Willmott, 2004) mostrando una América del siglo XXI tal como si los confederados hubiesen ganado la guerra civil americana.
También los videojuegos o el cómic han explorado sus posibilidades. Y por supuesto en la literatura son muchos los títulos donde autores como Philip K. Dick, Asimov o Philip Roth jugaron al mismo juego que estamos a punto de empezar aquí.
Pero fue la lectura de 4 3 2 1 (P.Auster, 2017), lo que me empujó a escribir estas líneas. El neoyorkino dedicó un millar de páginas a explorar las cuatro posibles vidas del protagonista de la novela, Archie Ferguson. Todas ellas parten de un mismo punto de origen, de unas mismas condiciones iniciales, pero divergen en función del azar, las decisiones (propias y ajenas), las circunstancias… Cada una de esas cuatro versiones de Ferguson es verosímil, podría haber sido real. Y (esto es lo maravilloso) solo hace falta un poco de imaginación para llevar el asunto un poco más allá, pensando en que cada posibilidad dará lugar a otras cuatro posibilidades. Y esas a otras muchas, que se acabarán cruzando con las de multitud de otros personajes secundarios, influyendo a su vez en la deriva de los caminos de estos últimos.
¿Y si la historia de la música popular que conocemos hubiera sido otra? ¿Qué habría sido de los personajes, los símbolos, o el mismo rock, de haber tomado sus protagonistas otras decisiones en momentos definitorios?
No pretendo alcanzar en mil palabras las cotas de imaginación que a Auster le tomó siete años destilar. Así pues, los párrafos de más abajo no son sino un pequeño divertimento de what-if del rock, donde trataremos de fantasear con un desenlace alternativo (de entre los infinitos posibles) a historias de sobra conocidas del imaginario de la música, pero sin profundizar demasiado en ellos, dejando al lector la puerta abierta para elegir su propia aventura.
ROLLIN’ STONE, esa canción de Muddy Watters
Es un día de octubre de 1961 y Michael P. Jagger espera en el andén de la estación de Dartford, cabreado porque ha olvidado sus vinilos de blues en casa. Unos metros más allá Keith Richards espera el mismo tren a Londres, cargado con su guitarra. Su cara le resulta conocida. Sí, a pesar del cambio esas enormes orejas no pueden ser de otro que de su antiguo compañero de primaria. Se saludan con desdén y cada uno sube a un vagón, para dejar que la ciudad los engulla.
Pocos años después arranca la prometedora carrera de Michael como agente de bolsa en la boyante City. Apunta maneras con esa capacidad de persuasión y el carisma que desprende a la hora de negociar transacciones millonarias, y pronto se convierte en un tiburón de las finanzas que hará fortuna aprovechando la desregulación de los mercados que su admirada Thatcher puso en marcha en los ’80.
Por otro lado, Keith y su amigo Brian Jones continúan quedando a tocar en casa de este último, todavía fascinados con los sonidos electrificados de los músicos negros americanos. Brian no entiende cómo a su alrededor los jóvenes siguen ciegos y sordos ante esa música excitante y lujuriosa que viene de América, pero los intentos de la pareja de mostrar ese tesoro en vivo son cada vez más frustrantes.
Hay una camiseta con una lengua estampada en tu armario, coronada con el nombre THE KINKS. La diseñó John Pasche tras su encuentro con Ray Davies, quien buscaba un icono distintivo para su banda, aún hoy aclamada como la más grande e influyente de la historia. Más de cincuenta años después su hit You really got me sigue siendo un himno coreado hasta el infinito cada vez que Davies cierran con él sus mastodónticos conciertos en estadios de medio mundo.
DAVID BOWIE
¿De verdad pensabas que sería capaz de imaginar una vida alternativa para David Bowie?
Escucha sus discos. Lee su biografía. ¡El Duque ya transitó todas sus vidas!
CAMARÓN
Nueve discos había registrado ya José Monje junto a Paco de Lucía a mediados de los ’70. Nueve álbumes donde quedaban patentes sus dotes de cantaor extraordinario, destacando entre los de su generación, impresionando a sus mayores y ganándose el respeto de la comunidad flamenca al recuperar y reivindicar palos que llevaban apartados desde principios de siglo.
Es un hombre despierto, atento a lo que pasa a su alrededor. Y sí, está al tanto de aquello que Sabicas había hecho con Joe Beck, de los experimentos lisérgicos de Smash, y de los proyectos de Lole y Manuel, Pata Negra y Veneno. Pero ese no es su territorio. Su ambición sigue siendo explorar lo jondo y llevarlo al gran público.
Por eso rechaza la propuesta de Ricardo Pachón de trabajar, sin la supervisión del padre de Paco, y con otros músicos provenientes del rock y el jazz, sobre el poemario de Lorca. Aquello era una extravagancia nada recomendable cuando estaba a punto de firmar un nuevo contrato con CBS.
Lo que vino después es historia: Lole y Manuel acuden a la llamada de Pachón y graban La Leyenda del Tiempo, que acaba siendo el disco más revolucionario del siglo XX en España, abriendo caminos por explorar a propios y ajenos del flamenco.
Camarón continuó su senda jonda, grabando discos emblemáticos que hacen las delicias de los puristas. Irónicamente fue él quien, cuando años más tarde reconoció el inmenso valor de La Leyenda…, logró conciliar a los sectores más ortodoxos con los renovadores, llamando a la hermandad de una música que nació mezclada y está destinada a evolucionar y ramificarse sin perder de vista su raíz.
NIRVANA
1993 había sido un año intenso para Nirvana: El golpe sobre la mesa de In Utero, en forma de bofetada al mainstream (Nirvana no se pasa al mainstream, es el mainstream el que se pasa a Nirvana), la gira americana, la icónica grabación para el MTV Unplugged saltándose deliberadamente los clichés del formato, y el tour europeo hasta bien entrado 1994. La resaca de todo aquello había tocado a Kurt Cobain en su línea de flotación: amanecer inconsciente tras un intento de suicidio fallido en un hotel en Roma fue el primer indicador del descenso a los abismos. El resto del tour se cancela mientras Cobain recae en su adicción a la heroína.
Afortunadamente el tratamiento en la clínica Exodus de Los Angeles funcionó. Kurt pasó allí cuatro duras semanas, y los meses siguientes fueron un calvario para él y los que lo rodeaban, con constantes arrebatos violentos, cambios de humor y algún que otro destello de genialidad. Pero lo peor había pasado.
Durante ese tiempo encontró un apoyo fundamental en Kris Novoselic, su compañero y bajista en Nirvana. Compartieron sesiones interminables de ensayo y conversaciones, en las que Novoselic fue introduciendo a Cobain en conceptos de teoría política, cooperativismo y socialismo por los que mostró cada vez más interés.
Tanto fue así que su siguiente álbum, X Raise (DGC, 1996), una nada velada llamada al levantamiento de la Generación X frente al establishment, contiene algunas de las letras más abiertamente revolucionarias del rock americano de los ’90.
La furia con la que Cobain canta sus himnos anti-élite, apelando a construir una nueva nación desde la unión de los de abajo, caló entre los adolescentes y, a la larga, transformó como nunca antes lo había hecho un grupo de rock, la sociedad americana.
Primero fueron los universitarios, seguidos por las organizaciones agrarias y los cinturones industriales. Miles de comunidades se organizaron a lo largo y ancho del país, reivindicando un nuevo orden. Con su apoyo e implicación Cobain y Novoselic se convirtieron en los rostros visibles de un cambio que culminó con algo impensable solo unos años antes: el nacimiento del New Socialist Party of America en 1999, y la llegada de Angela Davis a la Casa Blanca, como la primera presidenta socialista del país.
ANDRÉS CALAMARO
Calamaro y Ariel Rot se conocen el programa de radio de aquel (Bienvenidos al hotel) y podrían quizás haber fantaseado con intentarlo en España, animados por Rot quien, tras su experiencia en Tequila, conoce de primera mano lo que está pasando en la península. Quién sabe lo que esa sociedad, tan bien dotada y educada en los clásicos, hubiera dado de sí.
Pero Andrés no ve mayor interés en cruzar el charco. ¿Para qué, si en la Argentina está todo el tango del mundo? Después de todo, esa es su pasión, desengañado como está cada vez más de lo traicionero y peligroso que puede llegar a ser el rock’r’roll y los personajes que lo frecuentan.
No, él quiere indagar, estudiar, escarbar en la historia del tango, la de sus protagonistas y la de sus olvidados. Recuperar a los maestros, reivindicarlos.
Terminará por convertirse en un arqueólogo del género, obsesionado (hasta el punto de poner en riesgo su salud) con publicar una vasta Enciclopedia General del Tango en cien volúmenes. A día de hoy continúa escribiendo, inagotable, entusiasmado por la libertad sin límites que le proporciona internet, y visto por sus compatriotas como un loco entrañable.
Y acá en España Rodríguez sigue siendo simplemente un hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está de veraneo. Hay flacas que solo son eso, flacas que no tienen un día de la mujer mundial que celebrar. El salmón, al horno o ahumado. Y las autoridades no tienen constancia de ninguna Paloma que haya compartido paracaídas volando a la deriva.
Buenísimo Antonio. Me ha encantado la imaginación de imaginarte esas alternativas. Especialmente la camiseta con la lengua como icono de The Kinks