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Rock de horas extra

Un repaso a las historias de los más currantes del rock

Querido lector, hoy vengo a abrirte los ojos y hacerte sentir como un mindundi. Hoy voy a demostrarte que formas (formamos) parte de esa inmensa mayoría de personas que van por ahí convencidos de que el día nunca es suficiente; a las que -perdón por la horrible expresión- “no les da la vida” y siempre andan ocupados con un cometido -ellos creen- del más alto interés, pero cuyo resultado final ni es importante, ni trasciende, ni le cambia la vida a nadie.

O quizás no es así, y formas (formamos) parte de esa otra inmensa mayoría de personas que miran el tiempo pasar desde un sofá o a través de una pantalla táctil, sin siquiera intentar contribuir a hacer de su entorno algo más soportable y llevadero porque, total, eso requiere demasiado esfuerzo.

Y ¿cómo voy a servirte esa dosis de humildad?, te preguntarás. Fácil: si continúas leyendo vas a darte cuenta de cómo una serie de músicos de rock, más allá de apoltronarse en la comodidad del éxito y el reconocimiento (o a pesar de la falta de estos) han sido capaces de exprimir su tiempo, habilidades, talentos e inquietudes para crear obras y proyectos que iban más allá de lo que se esperaba de ellos.

No es mi intención que tú y yo nos hundamos en el barro al final de este artículo, pero sí que la próxima vez que -perdón de nuevo- “no nos dé la vida” pensemos si seríamos capaces de, por ejemplo, editar un álbum aclamado internacionalmente, salir de gira, escribir un par de bandas sonoras, montar un grupo paralelo con nuestros colegas y producir un documental… Y todo ello al mismo tiempo, y sin dejar de salir a tomarse una o dos de vez en cuando que, al fin y al cabo, esto sigue siendo rock’n’roll.

Hoy toca hablar de músicos para los que una banda nunca es suficiente, y andar metidos en varios fregados a la vez es el estado natural de las cosas. Que sí, de acuerdo, que hay muchos que hacen un featuring aquí, una versión allá o se lo montan por libre durante los descansos de su grupo. Pero los que aquí te presento llevan todo eso mucho más lejos. Los que aquí te presento son aquellos con una pasión desmesurada por lo suyo, los que no pueden parar de crear, y a los que es normal que la inspiración les pille siempre trabajando.

Sin más preámbulos, aquí te traigo a algunos de los verdaderos culos inquietos del rock. Y vienen a decirnos que nos dejemos de pamplinas con eso de que ojalá el día tuviera más horas. 24 dan para mucho si sabes cómo sacarles jugo.

ROCKAHOLICS A GOGÓ

En pro de la neutralidad, los individuos y colectivos que nos ocupan serán citados en aséptico orden alfabético, evitando injustas evaluaciones sobre quién de ellos es el que menos puede parar quieto. Empezamos.

ALBARN, Damon:

Oh sorpresa, lo caprichoso del alfabeto pone en cabeza de lista al titán de la creación; a la inquietud y curiosidad hechas persona. Porque protagonizar la batalla por el trono del brit pop con Blur habría sido todo a lo que muchos de sus contemporáneos hubieran aspirado. Sin embargo, nuestro amigo no se quedó quieto y desde los primeros 2000 se embarca en proyectos que beben de un amplio espectro en lo que a ideas y estilos se refiere: están la investigación y promoción de la música del norte de África en Mali Music y sus viajes por el continente con Tony Allen. Tuvo tiempo también para idear y dar a luz a la banda virtual más popular del universo, Gorillaz, con los que ha publicado un puñado de discos en los que unos personajes animados conquistaron el mundo a base de hip-hop, dub y trip-hop. En medio de todo aquello Albarn aún se inventa un supergrupo como The Good, the Bad and the Queen junto a Paul Simonon (The Clash), Tony Allen y Simon Tong, con dos trabajos deliciosos, el último de los cuales se publicó hace pocos meses. Años más tarde lanza el primer disco firmado a su nombre, Everyday Robots. Pero es que entre tanto todavía encontró un hueco para volver a la carretera con Blur y, poco después, grabar The Magic Whip con sus tres secuaces originales.

BARROW, Geoff:

En los años que pasé en Bristol no había sitio donde más me gustase empinar el codo que en The Bell, un pequeño pub al fondo de un callejón oscuro a la espalda de la calle Stokes Croft. Allí se acercaba a menudo Geoff Barrow, que hacía lo propio apoyado en la misma barra, mientras nosotros cuchicheábamos orgullosos de los vecinos que gastábamos.

También me dejaba caer todas las semanas por una tienda de discos llamada Rise, donde el producto local tenía un lugar destacado en las estanterías. Tardé tiempo en saber que el hombre tras el sello Invada, con peso específico en aquella sección de la tienda, era el parroquiano del que hablaba más arriba. Y que él tocaba en Beak>, una de las bandas del catálogo Invada, donde sigue explorando con la electrónica, el kraut y el rock (su último álbum vio la luz en 2018).

¿Qué otras cosas se podría traer entre manos este al que hasta entonces solo conocía como miembro de Portishead? Pues aún firmaba temas con otros compañeros, esta vez basculando hacia el hip-hop, bajo el nombre de Quakers. Como productor ha trabajado con grupos como The Coral, aunque donde su influencia fue más notable fue en el Primary Colours de The Horrors, contribuyendo a que pasaran de ser un grupo de garage sucio y gamberro a hacer un rock rico en texturas y ambientes claustrofóbicos. Además, sus trabajos como dj, remezclando material de Primal Scream, Paul Weller o Run the Jewels goza de bastante popularidad, al igual que sus proyectos de bandas sonoras para cine.

BEJAR, Dan:

The New Pornographers ya surgen como un colectivo en el que entran y salen multitud de inquietos miembros de la escena de Vancouver. Desde finales de los ’90 han publicado casi una decena de discos de rock melódico, glutinoso y poderoso. Otros componentes del grupo, como Neko Case son ejemplos de no saber parar quietos, al igual que Bejar quien, antes de formar parte del colectivo ya traía bajo el brazo unos cuantos trabajos con el nombre de Destroyer. Esa vertiente le permite exponerse como un singer-songwriter que juega con la orfebrería de los detalles en canciones a veces lúgubres, a veces luminosas, pero siempre cargadas de una elegancia que yo imagino perfecta para ver un atardecer urbano. Durante años compaginará ambos grupos, a los que hay que sumar otras aventuras como Swan Lake o Hello, Blue Roses. Y como pasatiempo a veces se dedica a sacar EPs versionando canciones de su buen amigo Antonio Luque (Sr. Chinarro), como hizo en Five Spanish Songs (2013).

CAVE, Nick:

Otra bestia de la autoría que habrá perdido la cuenta del catálogo que hay ahí fuera firmado con su nombre. Todos conocemos su larga trayectoria con los Bad Seeds, así como su etapa anterior en The Brithday Party. Extinguida esta, aquella sigue en marcha y dándonos alegrías con regularidad. Claro, que eso es fruto de la aproximación tan metódica al proceso creativo que practica nuestro hombre: sobre el escenario es un chamán de multitudes, pero frente a la hoja en blanco se convierte en un oficinista que se auto impone una jornada laboral de escritura día tras día. De ahí salen esos largos versos que acaban también entre el repertorio de Grinderman, o en sus libros, guiones para películas y bandas sonoras. Si además la fortuna te sonríe, y resultas tener como escudero a Warren Ellisget it on!

HOMME, Josh:

Montar un conjunto de instituto que acaba siendo piedra fundacional del stoner rock (Kyuss). Mudarte a Seattle y tontear con Mark Lanegan (ver más abajo) durante un tiempo como parte de los Screaming Trees. Darte cuenta de que el cuerpo te pide algo más y sacarte de la manga a los Queens of the Stone Age. Y a partir de ahí pasa que tu característica manera de tocar la guitarra le empieza a sonar reconocible a mucha gente, que la asocia a tu nombre. Pasa que un juego, The Desert Sessions, que consiste en invitar a tus amigos a improvisar en tu rancho californiano se convierte en algo serio que se extiende por seis años. Pasa que de esas sesiones, y medio en broma, formas otro grupo llamado Eagles of Death Metal. Pasa que te apetece pasar el rato con tus colegas Dave Grohl y John Paul Jones y acabas ganando un Grammy con Them Crooked Vultures. Pasa que, mientras tanto, colaboras con tanta gente que, si citásemos a todos, este párrafo acabaría teniendo más texto en negrita que en caracteres normales. Y ya puestos, ¿qué pasa si también grabas Post Pop Depression con Iggy Pop?

LANEGAN, Mark:

Algo debe haber en Seattle que hace que muchos de los que por allí pasan tengan azogue. Los Screaming Trees no eran suficiente para Mark, quien pronto empezó a hacer cosas por su cuenta, antes incluso de que la banda dejase de estar en activo tras publicar siete álbumes. Pero da la impresión de que cogió tanta carrerilla que la cuerda le iba a durar para rato: además de sus diez lanzamientos en solitario, jugó un papel importante como miembro en cinco discos de Queens of the Stone Age; su presencia fue mucho más que testimonial en tres trabajos de los Twilight Singers; y como el roce hace el cariño, Greg Dulli y él acabaron dando forma, bajo el nombre de The Gutter Twins, a Saturnalia, uno de los discos a los que el abajo firmante nunca se cansa de volver. Seguimos: la oscuridad de su voz de barítono encontró el contrapunto ideal en la angelical garganta de Isobel Campbell. Tanto les gusto lo que podían hacer juntos que lo que comenzó como una simple colaboración dio lugar a tres discos. Entretanto vinieron multitud de colaboraciones y cameos aquí y allá, entre los que destaca el papel primordial que tuvo su voz en el It’s Not How Far You Fall, It’s the Way You Land de Soulsavers, con esa emocionante Revival en clave slow-gospel. Y, como primicia de la que no puedo desvelar muchos detalles, Lanegan volvió a darme una prueba de su inquietud y pasión por la música hace un par de semanas, cuando tuve la oportunidad de escuchar la primera mezcla del tema de una banda madrileña para el que les ha prestado su voz, simplemente porque la canción le pareció hermosa y emocionante. ¿Se puede ser más generoso?

TURNER, Alex:

La urgencia adolescente que inundaba los primeros discos de Arctic Monkeys es, en mi opinión, un reflejo de lo que bulle dentro de la cabeza de Turner. El de Sheffield ha ido creciendo frente a nuestras narices y, más allá de ser el primer frontman que me hizo darme de bruces con el paso del tiempo (antes de los Arctic Monkeys todos los grupos que me molaban siempre habían sido mayores que yo), también ha sido capaz de demostrar que todo lo que se te puede subir a la cabeza no tiene por qué subírsete a la cabeza. Me explico: un chavalín que firma un fastest-selling debut album con 23 años y al que de repente apuntan todos los focos –dentro y fuera de los escenarios– podría haber protagonizado la clásica historia de ir a tope hasta que aguante la maquinaria. Por el contrario, nuestro amigo afiló el lápiz, afinó la guitarra y se remangó hasta los codos para ponerse manos a la obra: cada nuevo disco con los Monkeys fue un ejercicio de ampliar miras y no querer acomodarse. Mientras, se sucedían mudanzas (Londres, NY, Los Ángeles) y giras. Pero esas no eran barreras que le impidiesen seguir componiendo y publicando melodías arrebatadoras o textos de esos que te sacan una sonrisa de complicidad, ya fuese con su banda habitual o con su buen amigo Miles Kane, con quien puso en marcha The Last Shadow Puppets para brindarnos un pop orquestal y elegante de una madurez que todavía me cuesta encajar con sus imberbes caras. Coqueteó con el audiovisual (segunda temporada de True Detective), regalándonos la genial banda sonora de la película Submarine, para la que escribió temas originales aun cuando todo lo que le habían pedido fue un puñado de versiones. Su curriculum está salpicado de colaboraciones, bien puntuales, o jugando un papel principal, como hizo al co-firmar el disco Belladonna of Sadness, de su amiga Alexandra Savior. Ah!, y para los estetas, hay que reconocerle también (y no es cuestión menor) su buena gestión en los asuntos de imagen y estilo visual de la banda. Que esos trajes holgados y esos tupés no salen solos de repente.

WHITE, Jack:

Cerramos la lista extranjera de pluriempleados por vocación con el guitarrista de Detroit. Hubo un momento en el que White, para mí, pasó de ser un icono pop -gracias al impacto que los White Stripes tuvieron en la cultura rock de principios de siglo-, a convertirse en un referente que traspasa el plano artístico. Porque el White que actúa y compone lo hace con la icónica banda rojiblanca junto a su exmujer Meg White, además de en las filas de otras formaciones como The Dead Weather (junto a Alison Mosshart de The Kills), The Raconteurs, y también en solitario (en cuyo proyecto el esquema cromático ha pasado a ser azul/blanco/negro). Pero además está el White que estudia e instruye, como se pudo comprobar en el documental It Might Get Loud, o más recientemente en el inmenso proyecto American Epic (que co-produce junto a Robert Redford) en el que se pone en valor la música folk norteamericana de principios del s.XX (a la vista de esto, no es extraño que White sea miembro del National Recording Preservation Foundation de la Biblioteca Nacional del Congreso de los Estados Unidos). Y está también el White que reivindica una manera de hacer las cosas cada vez menos habitual (su defensa a ultranza del uso de métodos y técnicas analógicas en la grabación de música) a través de sus esfuerzos en la discográfica que regenta, Third Man Records.

LA ESPAÑA QUE MADRUGA

Se habla mucho últimamente de ese colectivo sobre el que supuestamente descansan los cimientos de esta patria nuestra. Una multitud anónima que se levanta cada mañana y, de forma silenciosa, pone todo esto en marcha a pesar de la crispación que todo lo contamina. Solemos pensar en panaderías, trenes de cercanías, asesorías laboral-contables, cajas de supermercado o barras de bar. Pero, como vamos a ver enseguida, entre la muchedumbre laboriosa también los hay que componen canciones de sol a sol, escarban en el folclore para luego convertirlo en vanguardia, o colaboran con otros del gremio tejiendo redes impensables para cualquier coach del networking, mientras se ríen de eso de la zona de confort y otras pamplinas.

De nuevo, el alfabeto manda en la lista.

CONTRERAS, Francisco:

Lo conocemos como Niño de Elche y, aunque su trabajo ha estado más visible en medios desde que publicara Voces del Extremo (2015), lo cierto es que la carrera de Contreras hace tiempo que comenzó. Siempre orbitando el mundo flamenco, pero cuestionando sus límites desde la heterodoxia más extrema (se llegó a definir a sí mismo como exflamenco), y echando mano de grandes dosis de provocación (para muestra, las críticas de la prensa especializada a su actuación en la Bienal de Sevilla de 2018), es autor de una extensa y multidisciplinar obra: en sus discos ha jugado tanto con el kraut y la electrónica (de la mano de unos cuantos Pony Bravo), como a musicar poemas de Miguel Hernández (con documental incluido, también dirigido por él) o a hacer incursiones en el minimalismo y la experimentación. Esa exploración se extendió también a otras disciplinas, como la performance, la danza y el teatro, en proyectos de colaboración con multitud de artistas. Seguro que la experiencia adquirida sobre esos escenarios es responsable de lo inesperado de sus shows en vivo, que bien pueden comenzar en formato clásico de tablao para acabar convertidos en una rave que ponga el Sonar patas arriba. Volviendo a la música, con Exquirla, el proyecto junto a la banda madrileña Toundra, los paisajes post-rock sirven de soporte a su cante, con versos de Enrique Falcón. Y más recientemente hemos podido escuchar un par de adelantos de lo que a finales de año va a ser un trabajo mano a mano con Los Planetas, que han dado en llamar (la polémica está servida) Fuerza Nueva. Si apenas pasada la treintena ha sido capaz de entregar todo esto, no podemos sino permanecer atentos al próximo movimiento que tendrá preparado.

GONZÁLEZ, Ignacio:

Todo comienza a principios de los ’90 en Gijón, donde nace una escena de esas que se lo ponen fácil a la prensa, porque así todo es más fácil de etiquetar. Eliminator Jr, banda que practica un noise mirándose al espejo de las influencias británicas del momento, acogen en sus filas a un joven Nacho Vegas que empezará ahí a bregarse en esto del rock. Con callo hecho, el siguiente paso fue Manta Ray, reputados embajadores del post-rock hasta bien entrados los 2000. Pero a Nacho ya le debía hacer tilín el rollo singer-songwriter y decidió bajarse del carro y probar en solitario. En parte gracias a una aparente actitud de personaje decadente y maldito (de la cual reniega), y sobre todo debido a la calidad de sus canciones, la crítica especializada empieza a fijarse en él, y su primer álbum se encarama a lo alto de las listas de lo mejor del año. A partir de ahí su agenda empieza a llenarse y, al mismo tiempo que no para de publicar discos con su nombre, se le puede ver protagonizando trabajos de la mano de otros artistas. La primera referencia es su colaboración con Aroah, aunque los más notables fueron los álbumes junto a Enrique Bunbury (a quien había conocido durante una gira en la que Manta Ray fueron teloneros del maño de marcados pómulos) y con Christina Rosenvinge. Poco más tarde pondría en marcha el grupo Lucas 15, junto a su amigo Xel Pereda, con la intención de recuperar canciones del folclor asturiano pasándolas por el tamiz del rock. Además de todo lo anterior, y más allá de lo musical, Vegas ha firmado un par de libros (Política de Hechos Consumados y Reanudación de las Hostilidades), además de ser conocido su activismo político, estando muy implicado en actividades de la PAH, e incluso llegó a formar parte de la lista de Anticapitalistas a las primarias de Podemos (proyecto del cual se desvinculó más tarde por desacuerdos varios).

PARDO, Fernando:

Siempre he sentido simpatía por Sex Museum. Será ese rollo familiar que gastan (los hermanos Pardo en primera línea, con Marta la mujer de Fernando a los teclados). También por la trayectoria que han seguido, que se remonta a la escena mod del Madrid de los ’80, y que con los años vira suavemente hacia el garage y el hard rock. Con un par de décadas largas de actividad a sus espaldas, casi una quincena de discos en la mochila y giras más allá de los Pirineos, creo que se les debería prestar más atención de la que han recibido por estos lares. Sin embargo, eso parece no quitarle el sueño a Fernando Pardo. Además de su banda madre este tipo puede presumir de estar en los créditos de grupos como Tubular Greens, The Matadors, The Wonderboys o The Thunderbolts. Cierto es que estos fueron proyectos más o menos puntuales que compaginaba con la actividad de Sex Museum, pero lo que seguro sorprenderá a más de uno es la fecha de fundación de su otro gran proyecto, Los Coronas. Empiezan a tocar juntos ni más ni menos que en 1991, aunque la obsesión de Pardo por perfeccionar técnica y estilo hace que no graben nada hasta 1995. Desde entonces su surf subido de decibelios ha sonado en EE.UU., México, Japón o Australia. La historia no acaba aquí, porque hace unos años lo que surge como una gira conjunta con la banda vallisoletana Arizona Baby, termina cuajando en el supergrupo Corizonas, posiblemente el proyecto de más proyección comercial de los que ha formado parte nuestro protagonista. Y por si tener en la punta de los dedos todo ese repertorio no fuera suficiente, ¡el tío tiene el mejor catálogo de frases ocurrentes para soltar entre canción y canción de entre todos los frontmen del rock estatal!

RODRÍGUEZ, Juan Ramón:

Dudaba si echar mano de J para este artículo, porque sé que se le aprecia y aborrece casi a partes iguales en el mundillo del rock nacional. Por ello, y para evitar que se note mucho mi militancia en el primer grupo (los de aprecio), seré breve. Me limito a reconocer que su etapa de madurez está bien poblada de ejemplos que desmienten esa imagen de pasota que muchos se han hecho de él. Con Los Planetas la trayectoria de sus últimas publicaciones es ascendente. Grupo de Expertos Solynieve no es una banda de divertimento, porque su reivindicación de un cierto modo de vida sureño a través de esa cotidianeidad desenfadada y echando mano del imaginario folk es algo muy serio. Con Los Evangelistas, el homenaje a Morente seguro que, de haberlo escuchado, hubiera tenido el aprobado del maestro. Y a todo esto cabe añadir su trabajo en la sombra en la casa de discos El Ejército Rojo, de la cual es fundador. Ya lo cantaba él: “…Tengo una pila de cosas que hacer…”

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