Netflix estrenó, el pasado mes de diciembre, el documental Rompan Todo: La historia del rock en Latinoamérica, sobre la evolución del rock en español, desde mediados del siglo pasado, en el continente americano y su influencia en las nuevas generaciones. Revisando el trabajo de los grupos más relevantes, principalmente en México y Argentina, así como el contexto social, cultural y político, plantea cómo la música rock ayudó a crear una identidad cultural propia. Y, especialmente, su capacidad para despertar conciencia frente a las dictaduras militares y gobiernos de corte autoritario.
El documental tiene un ritmo endiablado. Son seis capítulos, de aproximadamente cincuentas minutos cada uno, pero se pueden ver del tirón. El trabajo de documentación, montaje y edición es sensacional. De hecho, hay momentos en los que el espectador agradecería algo más de tiempo en cada tema, en vez de la concatenación de ráfagas de canciones. Eso sí, es imposible aburrirse. Quizás, por la necesidad de recorrer el mayor número de grupos y canciones, los cortes son tan breves. No hay una voz en off que dirija la historia, el hilo narrativo se construye sobre las entrevistas a los protagonistas. Algunos de ellos derrochan un carisma muy particular, como Calamaro en chándal aferrado a su mate.
Como explica, Álex Lora, de la banda mexicana El Tri: «El rock and roll es una forma de comunicación. Y sería ilógico, dado que hay millones de personas que hablan la lengua de Cervantes, que no tuviéramos nuestro propio rocanrol”.
El documental debe su nombre a un tema del grupo uruguayo, Los Shakers, Breaking All, a los que el propio John Lennon se había referido en entrevistas y que copiaban, por completo, la estética beatle. Los Shakers decodificaron el ADN Beatle y lo replicaron a la uruguaya:
El documental arranca a finales de los años 50 y recorre, cronológicamente, la evolución de la música rock en el cono sur, concentrando su peso en México y Argentina. Vamos a ver con más detalle qué cuenta de cada uno de estos países.
ARGENTINA
El 12 de noviembre del año 1968, después de una actuación de Manal y Almendra (grupos protegidos por el sello Mandioca, la madre de los chicos), Spinetta se dirige al público y les lanza la siguiente pregunta: ¿Ustedes se dan cuentan de lo que empezó hoy? Era el inicio del Rock Nacional, con una escena incipiente de grupos como Vox Dei, Arcoiris, o Sui Generis de Charly García.
Charly García en Sui Generis, «Canción para mi muerte»
Reencuentro de Almendra en 2010, interpretando «Muchacha ojos de papel». Eterno Spinetta
Un par de años después, el 20 de octubre de 1972, Billy Bond y la Pesada actuaba en Luna Park, cuando al grito de «rompan todo», hordas de hippies revientan el recinto. Como consecuencia de los destrozos, el rock queda proscrito, desaparece de la televisión y la radio. De facto, comienza a funcionar una censura previa: los proyectos de grabación tienen que ser presentados a comités gubernamentales.
La llegada de la Junta Militar al poder tampoco facilita las cosas. Personajes siniestros como Videla, o un alcoholizado Galtieri, fragmentan al país, con miles de desaparecidos y una generación perdida. Paradójicamente, como consecuncia de la guerra de las Malvinas -de abril a junio de 1982-en las radios dejan de poner canciones en inglés, lo que supone un mayor desarrollo del Rock Nacional.
León Gieco relata como, en aquello años infames, lo encañonan a punta de pistola en el despacho de un general que le amenaza con disparar si vuelve a cantar «Sólo le pido a Dios«. Gieco se exilia. Litto Nebbia, de Los Gatos, también. Serú Girán -algunas de sus letras eran en un idioma inventado-, también abandonan el país y montan su campamento base en Brasil.
Ya en 1983, con la llegada de la democracia y el gobierno de Alfonsín, Charly García graba en Nueva York, con la colaboración de Pedro Aznar, su icónico álbum «Clics modernos«. Con las heridas todavía por cicatrizar, ajusta cuentas con la historia reciente del país:
«Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer»
El punk y la new wave traen un cambio de aires en la escena musical en la que surgen nuevas formaciones como Virus, Sumo y Los Abuelos de la Nada (donde se inicia Calamaro). Desgraciadamente, estas bandas tienen en común el trágico desenlace de sus líderes. Fede Moura -de Virus- y Miguel Abuelo, víctimas del SIDA, y en el caso de Luca Prodan, como consecuencia de sus excesos con las drogas. Tres muertes tempranas de artistas que hubiesen tenido mucho recorrido por delante.
También en los primeros años ochenta, bajo la alargada sombra de The Police, comienza su andadura una de las formaciones que más éxito tendrán no sólo en Argentina, sino en todo el continente: Soda Stereo, la banda liderada por Gustavo Cerati.
Soda Stereo: «Éramos un peine y tres personas»
Soda Stereo son unos bichos raros. Marcan un hito en la producción y Sony, su casa discográfica, apuesta con fuerza por ellos. Con mucha promoción, no solo en Argetina sino en toda Latinoamérica. Triunfan, por ejemplo, en el festival de Viña del Mar (Chile), en el año 1987, y tienen muy buena acogida en países como Perú, Venezuela o Colombia.
Otro grupo descomunal, que surge a mediados de la década de los ochenta, son Los Fabulosos Cadillacs. Los Cadillacs es un grupo inmenso. Inagotable. Posiblemente, la banda argentina con mayor repercusión internacional en la historia. Como señala David Byrne, de Talking Heads, ferviente admirador y que intentó incorporarlos en su sello: «Evolucionan del ska a algo completamente original, son únicos«.
No es la voz de Vicentico… es la voz de todos los latinoamericanos
Desligado de Soda Stereo, ya en solitario, Cerati lanza trabajos de mucha calidad como sus álbumes Ahí vamos o Fuerza Natural. Desgracidamente, también se despide demasiado pronto. El 15 de mayo de 2010, después de un concierto en el campus de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas, sufre un accidente cerebrovascular que le deja en estado de coma. Cuatro años y medio después, fallece a la edad de 55 años. Otra trágica desaparición. Y otra vez, tan prematura.
Gustavo, mano a mano, con Gustavo. Santaolalla y Cerati, en «El Mareo»
MÉXICO
El origen del rock en México, que plantea el documental, tiene como punto de partida a Ritchie Valens y «La Bamba«, que convierte una canción mexicana tradicional en piedra angular del rock estadounidense. Javier Bátiz -coetáneo de Santana– comenta que corría el rumor de que Valens era como él, de Tijuana. Aunque no fuese cierto -Valens había nacido en Estado Unidos-, sus padres sí eran mexicanos y por primera vez un rockero de origen latino compartía escenarios y popularidad con leyendas del rock como Buddy Holly. Incluso un idéntico final en aquel accidente de avioneta, el día que la música murió. Holly muere muy joven, 22 años, pero es que Valens ni siquiera es mayor de edad. Fallece con sólo 17 años.
El Woodstock mexicano, el Festival de Avándaro, en 1971, supone un punto de inflexión. En principio va a ser un evento de carreras de coches, de ahí su nombre: Festival de Rock y Ruedas, con un par de grupos musicales para amenizar las esperas. Sin embargo, la afluencia de público supera cualquier expectativa. Se celebra en fin de semana, pero miles y miles de aficionados comienzan a acampar desde el miércoles. A la organización se le va completamente de las manos. Esperan entre cinco y diez mil personas, y se congregan más de 250.000 almas. Como es de suponer, ante tales circunstancias el descontrol es absoluto. Ni siquiera se pueden celebrar las carreras de coches. El evento se convierte en el icono del hippismo: gente que se desnuda, apología a la marihuana, proclamas al grito de «Tenemos el poder«… todo esto, apenas tres años después de la masacre de Tlatelolco en 1968.
«El gobierno sintió miedo al comprobar el poder de convocatoria que tenía el rock», explica Álex Lora. Después de Avándaro, se prohibieron los festivales de rock durante quince años. A su vez, el presidente de entonces, Luis Echeverría, también prohibe a las emisoras de radio programar rock, y obliga a las discográficas a no grabar a bandas.
A mitad de los años 80, toda la escena del DF se reune en la sala Rockotitlán, donde los requisitos son: cantar en español, y canciones de producción propia. Entonces, en septiembre de 1985, la tierra se estremece y el terremoto deja al menos diez mil muertos -entre ellos, Rockdrigo González– en la capital, y años muy duros de reconstrucción por delante.
Más adelante, se constituiría una nueva escena con grupos como Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Caifanes, Humberto Calderón (del grupo Neón y responsable del sello Culebra), Molotov, Santa Sabina, Maná, Cafe Tacvba…
OTROS PAÍSES
Aunque el peso del documental recae en México y Argentina, también se revisa, de forma más tangecial, la escena musical de otros países. Del mismo modo que, como acabamos de ver, en México el rock estuvo prohibido durante años y, en los años setenta, perseguido en Argentina, en Chile, con el golpe de estado que lleva a Pinochet al poder, tampoco corre mejor suerte. La represión es terrible, se lleva por delante decenas de miles de vidas, entre ellas la del cantautor Víctor Jara, y ni siquiera en los años 80 había libertad para poder expresarse. Uno de los grupos más relevantes del rock chileno, Los Prisioneros, sufre decenas de cancelaciones en los meses previos al referéndum que desalojaría finalmente al general Pinochet de la jefatura del estado.
Jorge González, líder del grupo chileno Los Prisioneros. Transgresores y geniales. El mejor gancho comercial…
En el año 1988, Amnistía Internacional había organizado una serie de conciertos en Argentina, Brasil y en Chile, en su capital, Santigo. Sin embargo, el régimen militar liderado por el general Augusto Pinochet lo prohibe, y el concierto finalmente se realiza en la frontera con Argentina. Los organizadores, molestos con la censura y arbitrariedad del gobierno chileno, deciden realizar el evento lo más cerca posible de Chile. Así, más de diez mil chilenos se desplazan a la ciudad de Mendoza para ver la actuación de Los Prisioneros acompañados de estrellas internacionales como Sting, Peter Gabriel o Bruce Springsteen.
Springsteen se marca un curioso híbrido entre La Bamba y Twist & Shout, en el que acaba poniendo a bailar a sus coristas, entre ellos Sting. ¡Uno, dos, tres, cuatro…!
Otro elemento que influye para homogeneizar el rock latinoamericano y darle una visión global es la creación del canal de televisión específico de MTV para el continente. En la primera retransmisión de MTV Latinoamérica, el 1 de octubre de 1993, la canción que se elige para inaugurar el canal es «We are sudamerican rockers», de Los Prisioneros. Presley, sacúdete en tu cripta. Toda una declaración de intenciones:
¡We are sudamerican rockers, nous sommes rockers sudaméricains!
En Colombia, el documental hace parada en el grupo de metal de Juanes, Ekhymosis, antes de reconvertirse en lo que supuestamente haga ahora Juanes. Y en Aterciopelados, la banda de Andrea Echevarri y Héctor Buitrago:
POLÉMICA
En estas primeras semas, el documental ha tenido una muy buena acogida de público, pero también ha suscitado polémicas. Principalmente por el exceso de foco en determinado países -Argentina y México-, así como en aquellas bandas que guardan una relación estrecha con Gustavo Santaolalla, productor de éxito de muchas bandas y también productor ejecutivo del doumental. Qué difícil es ser juez y parte.
Se critica que esta visión del rock latinoaméricano está muy sesgada por la propia experienca del productor, Gustavo Santaolalla. En cualquier caso, es muy difícil -por no decir imposible- resumir más de seis décadas de la música de un continente en apenas cinco horas de duración (6 capítulos de 50 minutos). Necesariamente, tiene que haber descartes y grupos a los que no se preste suficiente atención. Como, por ejemplo, sucede con los mexicanos Caifanes, a los que apenas se refieren.
La inclusión de Maná también ha sido polémica. Independientemente de que Maná, como banda, ha vendido más que cualquier otro grupo del continente -eso es un hecho incuestionable-, hay quienes entienden que su estilo de música es más cercano al pop, y no tendría cabida en un documental del rock.
Otra queja es la ausencia de referencias a la música de Brasil. En este caso, creo que el descarte viene motivado por el idioma: es un documental sobre rock en español.
El crítico de El País, Diego Manrique, habla del documental como la «historia triturada del rock latino«, un puzle inmenso al que le faltan demasiadas piezas. En palabras de Manrique: «Es un ejercicio muy complejo por inabarcable, y sin embargo muy interesante para el espectador, que se engancha a un montaje de ritmo frenético. Un portento de realización, a cargo de Picky Talarico,que solo destapa sus carencias cuando adviertes todo lo que se escamotea. Centrado en México y Argentina, prescinde de muchos países, incluyendo una potencia musical como Cuba«.
En ese punto, Manrique está en lo cierto, ¿cómo se puede omitir cualquier referencia a Cuba? Posiblemente, en Argentina y México, hay bastantes más usuarios registrados en Netflix que en la isla más grande del Caribe. El que pone el dinero, también escribe el relato : ). El capitalismo y tal.
CONCLUSIÓN
Es verdad que en la selección de testimonios españoles (Santiago Auserón, Nacho García Vega, Pablo Carbonell y Antonio Carmona), también se echa de menos a otras figuras relevantes, con mucho peso en América Latina, como por ejemplo Miguel Ríos o Enrique Bunbury.
Sea una historia parcial o incompleta del rock en América Latina, el resultado es MUY entretenido. Sólo el montaje y la edición ya merecen la pena, y hay auténticas joyas de arqueología musical. Me pasa lo mismo que a Gistau cuando bajaba al bar a ver los partidos de la albiceleste y los parroquianos le confundían afectos y nacionalidad. Para alguien, español de nacimiento y falso argentino -por elección-, este documental es la constatación de una identidad propia. Cuando me miro en el espejo, el reflejo no proyecta a un tipo rubio de metro ochenta. Si enciendo la radio, escucho el idioma de Cervantes. La conexión es evidente. Tengo más en común con un cubano, un argentino, un venezolano… que lo que podré tener nunca con un nórdico. Somos una parte de ellos, o ellos de nosotros. O quizás seamos un mismo pueblo latino separado por un charco. Adorable puente, se ha creado entre los dos.