ROCKROCK & ROLL

De visita en los estudios de Queen

Estamos junto a la imponente estatua dedicada a Freddie, realizada en 1996 por Irena Sedlecká, mirando al lago Lemán, manso y desierto, envuelto por los Alpes Suizos. Una hermosa y apacible escena que para el enviado de Mercurio era el cénit de la serenidad.

Estamos en Montreux y, si nos damos la vuelta para ponernos de cara a la avenida principal de la ciudad (23.000 habitantes), la sensación de languidez continúa. Apenas hay viveza ni actividad humana. La cuna del Montreux Jazz Festival, el lugar donde nació el célebre riff de Smoke on the Water, es un sitio aburrido, uno de los lugares menos rock and roll del mundo. Un refugio emocional, por otro lado, para quien habitualmente vivía en el epicentro del caos.

A cinco minutos de allí se encuentran los antiguos Mountain Studios que Queen conocieron en 1978 y compraron casi de inmediato. Un estudio por el que ya habían pasado celebridades como los Rolling Stones o Yes y que muchos otros (David Bowie o AC/DC) alquilarían a la banda años después.

No fue el único que utilizarían, pero sí, digamos, su lugar de referencia. Una vez comprobada su calidad técnica, la opción de grabar en Montreux tenía mucha lógica. Podían grabar en Londres, su propia casa, pero las distracciones eran entonces constantes. Prensa, visitas de amigos, obligaciones familiares… En Munich también lo intentaron, pero por aquel entonces era la meca de la homosexualidad más desenfrenada, con todo lo que ello implicaba en la posible disipación del cantante.

Montreux era, desde el punto de vista productivo, la elección perfecta: un lugar aburrido, sin vida nocturna, sin prensa ni fans que molestasen. Estamos en los 70, los 80, los 90. No existen los teléfonos móviles, hay cien veces menos interrupciones, no hay que ocuparse constantemente de media docena de tareas en segundo plano. Irse a grabar a Montreux es la oportunidad de poner un foco casi zen en tu trabajo.

LAS ÚLTIMAS ESTROFAS

La visita, por poner claras las expectativas, resulta un tanto cutre, aunque inevitablemente evocadora. Se trata del lugar donde se crearon discos que han estado ahí durante toda tu vida y tú estás poniendo los pies en el misma sala por la que han pasado un buen puñado de genios.

El principal problema es que los estudios se encuentran dentro del Casino Barrière que, pese a su nombre, no alberga ningún tipo de glamour. Que nadie espere encontrarse vestidos largos y a James Bond pidiendo un Martini en la barra. La única imagen es la de unos pocos miserables jugando en mitad de una especie de huerto de máquinas tragaperras. Una versión en esteroides de esos locales de juego que infectan nuestros barrios.

El lugar del estudio que han dejado habilitado con fines de museo es pequeño. Básicamente, se reduce a tres salas: un minicine, una llena de memorabilia de la banda y otra con la mesa de mezclas original.

Por allí se pueden encontrar algunas cosas curiosas: trajes de la banda de la época de Queen II, algunas notas de letras inacabadas, el espectacular kit de batería de Roger Taylor… Apuntes de lo que a uno le gustaría ver recreado en una exposición itinerante a la altura de la banda: gigantesca. Como las que recientemente han dedicado a Pink Floyd, Bowie o los Rolling Stones.

Algunas de las anécdotas que te cuentan sí que dan mucho a la imaginación. Como esa jam session que se monta cuando Taylor inicia un ritmo intimidante e imperial a la batería, John Deacon le sigue el juego y Brian May empieza a improvisar riffs zeppelianos. Aquella semilla, tras superponérsele una letra existencialista, decenas de capas de melodías y ¡un solo de guitarra flamenca!, terminaría convirtiéndose en Innuendo, otro número 1 en RU para la banda.

Más interesante es la sala de mezclas, en la que uno puede jugar con los controles, pero esta opción estaba deshabilitada durante la visita. Allí podríamos haber escuchado, con los altavoces originales, la voz aislada de Freddie en Mother Love. Las últimas tomas que fue capaz de grabar en su vida, tras meterse un buen lingotazo de ron.

-Cuando llegamos a la última estrofa, dijo “No puedo seguir, necesito irme y descansar. Volveré para acabarla”. Pero nunca volvió. (Brian May)

ALQUILA LA CASA DE FREDDIE

Una vez fuera del casino, y esfumados de nuevo los ecos de épica y rock and roll, nos encontramos de nuevo en Montreux. Existe una última opción interesante, aunque voy avisando que no es para todos los bolsillos. Si, por ejemplo, te ha tocado el Euromillón y quieres invitar a tu redactor de blog favorito, puedes alquilar la famosa Casa del Pato de Freddie. Un lugar que, siendo el amante del diseño que era, decoró con todo su amor, incluso sabiendo que ya no iba a poder disfrutarlo mucho.

Un capricho que ahora, en época baja, puede salir por unos mil euros diarios (para dos personas).

¡Anímate!

La casa de Freddie
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